ABATE
AUGUSTÍN DE BARRUEL
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Barruel (1741-1820) jesuita y maestro masón |
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Augustin Barruel (1741-1820) nacido en el seno de una familia noble,
había estudiado en el colegio jesuita de Tournon antes de entrar en la
Compañía de Jesús. Enseñaba en el colegio de Toulouse cuando el
decreto de Luis XV (1764) suprimió la Compañía de Jesús en el reino de
Francia. Queriendo seguir siendo jesuita, partió para Polonia, pero el
provincial le envió a enseñar teología a Chomutov. Tras su ordenación,
enseñó literatura en Hradiste (Moravia) y, luego, acompañó como tutor
por Italia a los hijos de un noble eslovaco. Estaba en Avignon al
promulgarse la supresión general de la Compañía de Jesus (1773).
De vuelta en Francia, fue
preceptor (1774-1777) de los hijos del príncipe Franz de Sajonia y,
después, capellán de la princesa de Conti, en París, mientras se
dedicaba a escribir. Desde 1781 a 1788, publicó Les helviennes
contra los enciclopedistas y, de 1788 a 1792, redactó el Journal
Ecclésiastique, en el que empleó su habilidad polémica para
enfrentarse con los partidarios de la Revolución.
Opuesto a la Constitución
civil del clero, para evitar la prisión e incluso la guillotina
durante los disturbios de septiembre de 1792, se exilió a Inglaterra,
donde fue bien acogido, y por diez años se dedicó a la labor de
escritor. Según él mismo confiesa, allí se inició en la masonería
llegando al grado de Maestro. Escribió su Historie du clergé
pendant la Révolution Française, en la que denuncia la persecución
religiosa, y especialmente sus Mémoires pour servir á l´histoire du
jacobinisme, que fueron reeditadas y traducidas a varios idiomas.
En ellas Barruel sostuvo que la Revolución Francesa no fue espontánea,
sino el resultado de una conspiración de philosophes y de las
logias irregulares de la masonería. Esta tesis, explotada por los
adversarios de la revolución en el siglo XIX, es hoy día rechazada por
los historiadores. Barruel comete algunas inexactitudes y, sobre todo,
generaliza a veces abusivamente. Ciertamente, Barruel estudió
abundantes documentos de primera mano sobre los illuminati de
Baviera, cuyos promotores (sobre todo, Adam Weishaupt) habían
politizado radicalmente las logias masónicas de París. El mismo
Barruel, como se ha dicho, había recibido los tres grados iniciales
(que consideraba compatibles con la fe) en una logia regular y no dejó de insistir en
la diferencia esencial entre éstas, como las de Inglaterra, y las
logias irregulares de inspiración revolucionaria, como la de Les
Amis Reunis de Paris.
A su vuelta a Paris
(septiembre de 1802), publicó Du pape et de ses droits religieux,
una defensa del concordato de 1801. Fue nombrado canónigo de la
catedral de Notre-Dame y colaboró en varios periódicos católicos. En
1811, se le detuvo por apoyar a Pío VII contra Jean-Siffrein Maury,
que intrigaba por un arzobispado. Poco más de un año después (14 de
octubre de 1815) de la restauración de la Compañía de Jesús por Pío
VII, fue readmitido en la orden, aunque parar no comprometer a los
jesuitas siguió viviendo en su antiguo domicilio hasta la Navidad de
1819, cuando enfermo pasó a la comunidad jesuita de Paris.
Extractado de: P. Duclos, voz “Barruel”,
en Diccionario histórico de
la Compañía de Jesús,
dirigido por Charles E. O´NEILL y Joaquim Mª DOMÍNGUEZ, Roma-Madrid,
2001, vol I, pp. 358-359.
Bibliografía: M. Riquet «Un jésuite
franc-maçon, hisorien du jacobinisme: le Pére Augustin Barruel
(1741-1820)», en AHSI, 43 (1974), pp. 157-175.
LA INICIACIÓN MASÓNICA DEL ABATE
BARRUEL DESCRITA POR EL MISMO
“Habiendo de tratar de los Franc-Mazones, exigen la verdad y la justicia, que demos principio por
una excepción, que ponga á cubierto de nuestras acusaciones aquel
crecido número de hermanos iniciados en las lógias mazónicas [de
obediencia inglesa]…
En particular la Inglaterra
está llena de unos hombres honrados, excelentes ciudadanos de todo
estado y condición, que tienen por honor ser Mazones, y que no se
distinguen de los demás sino por unos vínculos que parece estrechan
mas los de la beneficencia y de la caridad fraternal. No es el temor
de ofender á una nación en donde he hallado asilo, lo que me sugiere
especialmente esta excepción. Mas puede conmigo el agradecimiento y
amor á la verdad, que todos los temores.
El gobierno y todo el
cristianismo, ya ha mucho tiempo, se habrian perdido en Inglaterra, si
se pudiese suponer que sus francmazones… hubiesen adoptado los planes
y las maquinaciones [de la masonería irregular]. Este solo raciocinio
me bastaría para exceptuar, en general, á los franc-mazones ingleses
de lo que tengo que decir de los otros. En una palabra, las
excepciones de mazones honrados son tantas, que parecen un misterio
inexplicable á los que no saben la historia y principios de la secta”
[pp. 171-172]… “Vuelvo
á pedir encarecidamente á los mazones honrados, que no piensen que á
todos indistintamente los acuso de haber querido tramar una semejante
revolución” [pp. 175]…
“De veinte años á esta parte
era fácil hallar en Francia, y principalmente en París, algunos sugetos que habían sido admitidos á la sociedad mazónica. Conocía yo á
muchos y entre ellos á algunos que yo estimaba y cuya amistad
apreciaba. Con todo el zelo, que es tan ordinario, en los nuevos
iniciados, me solicitaron á que me hiciese escribir en su cofradía.
Viendo que constantemente me resistía, tomaron el partido de alistarme
contra mi voluntad. Se convinieron: me combidaron á comer en casa de
un amigo, y me hallé el único profano en medio de mazones.
Acabada la comida y despedidos los domésticos, se propusieron formar
una lógia, é iniciarme. Persistí en mi resistencia, y principalmente
en no querer hacer el juramento de guardar un secreto, cuyo objeto me
era desconocido. Me dispensaron del juramento, y aun me resistí, me
instaron, asegurándome que no había el menor mal en la mazoneria, y
que su moral es excelente; á lo que respondí, preguntando: si era
mejor que la del Evangelio. En lugar de responderme, se formaron en
lógia, y dieron principio con todas aquellas monadas ó ceremonias
pueriles que se hallan descritas en varios libros mazónicos, como son
Jakin y Booz. Miré si me podía escapar; la habitación era
grande y separada; los domésticos estában en inteligencia, y todas las
puertas cerradas. Me vi pues precisado á resolverme á portarme como
pasivo, y dexarles hacer. Me hicieron varias preguntas, á las que
respondí, casi siempre riendo, y con esto me declararon aprendiz,
y en seguida compañero. Poco después se resolvieron á
conferirme el tercer grado, que es el de maestro. A este fin me
condujeron á una sala espaciosa; se mudó la escena y se hizo más
seria. Aunque me dispensaron las pruebas molestas, pero no muchas
preguntas impertinentes é insignificantes.
En el momento en que me ví precisado á
permitir que representasen esta comedia, tuve cuidado de decir, que ya
que no había medio para impedir aquel entremés, yo los dexaría obrar:
pero con el bien entendido, que si yo advertía la menor cosa contra el
honor, ó la conciencia, aprenderían á conocerme. Hasta aquí solo había
yo observado juego, puerilidades y ceremonias burlescas, á pesar del
tono de gravedad que afectaban; pero yo no les había desagradado con
mis respuestas. Sebrevino, al fin, esta pregunta, que con toda
gravedad, me hizo el Venerable: “¿Estais dispuesto, hermano,
á “executar todas las órdenes del Gran-Maestre de la mazoneria, aun
quando recibais órdenes contrarias de parte de un rey, de un
emperador, ó de cualquiera otro soberano, que sea? …. Mi respuesta
fue: No. –Se admiró el Venerable, y prosiguió: ¡como
no! ¿Que acaso habeis venido para publicar nuestros secretos? ¿Que
acaso vacilareis entre los intereses de la mazoneria y los de los
profanos? ¿Qué no sabeis que todas nuestras espadas, sin exceptuar una
sola, están prontas á traspasar el corazón de los traidores?”… En
estas preguntas, á pesar de la seriedad y amenazas que las
acompañaban, yo aun no descubría mas que un juego; no obstante, no por
eso dexé de responder negativamente. Añadí lo que fácilmente se puede
pensar, y fue: “Es muy gracioso suponer que he venido á averiguar
los secretos de la mazoneria, quando estoy aquí por fuerza. Me hablais
de secretos, y aun no me habeis confiado alguno. Si para llegar á esto
es preciso que yo prometa obedecer á un hombre que no conozco, y si
los intereses de la mazonería pueden comprometer alguno de mis
deberes, á Dios, Señores, aún es tiempo; nada sé de vuestros
misterios, ni los quiero saber”. Esta respuesta no perturbó al
Venerable. Continuó en representar su papel á las mil maravillas; me
instaba, y con mayores amenazas. Yo no dudaba que todas aquellas
amenazas fuesen un verdadero juego: pero yo no quería, ni aun jugando,
prometer obediencia á su Gran-Maestre…” [pp. 178-179]…
“Al fin, me sentí abrumado;
tenia los ojos bendados; arranqué la benda, la eché á tierra, y dando
un golpe con el pie, respondí un no acompañado con todo el
accento de la impaciencia. En el mismo instante quantos componian la
lógia empezaron una palmotéo en señal de aplauso. El Venerable
elogió entonces mi constancia: he aquí, dixo entre otras cosas,
las personas de que necesitamos… hombres de carácter y que tengan
firmeza. En seguida le dixe: “Hombres de carácter! ¿Y quantos
hallais que resistan á vuestras amenazas? ¿Y ustedes mismos, señores,
no respondieron sí á la pregunta? Y si respondieron ¿Cómo pretenden
ustedes hacerme creer, que en sus misterios nada hay que sea contrario
al honor ó á la conciencia?
El tono con que hablé
interrumpió el órden de la lógia, los hermanos se me acercaron
y me dixeron: que yo tomaba las cosas con sobrada seriedad, y
demasiado á la letra; que nunca habian pretendido obligarme á alguna
cosa que fuese contraria á los deberes de un buen frances, y que á
pesar de mi resistencia no dexaria de ser admitido. El mazo del
Venerable remitió á cada uno á su lugar: me anunció mi recepcion al
grado de maestro, añadiendo, que si yo no sabia aún el secreto
de la mazoneria, era porque no se me podia comunicar sino en una lógia
mas regular y tenida con las ceremonias ordinarias. Para el entretanto
me dio los signos y motes de paso para este tercer grado, como lo
habia hecho para los otros dos. Esto me bastaba par ser admitido en
lógia regular; todos nos hallamos hermanos; y yo, en una tarde,
aprendiz, compañero y maestro franc-mazon, sin haber
tenido idea de esto por la mañana” [p. 180]…
“Prometí asistir á sus
sesiones regulares, pero con la condicion de que no se me hablase de
juramento. Me prometieron, que no me lo exigirían, y cumplieron su
palabra…
La primera vez que fui
admitido á lógia regular, me desempeñé por un buen discurso sobre la
mazoneria, de la qual yo aun no sabia gran cosa. Me reduxe á hablar de
la hermandad y sobre el placer de vivir con hermanos. Ya se habia
convenido en que en el mismo dia se recibiria á un aprendiz, á
quien se le entregaria el secreto con todas las forma ordinarias, á
fin de que yo pudiese instruirme por mi mismo, como simple testigo...
Yo puedo sencillamente dar testimonio de que todo lo que se lee en la
Llave de los mazones
(clef des Maçons) en su catecismo, y en algunos otros libros de
esta especie, es muy exâcto en quanto al ceremonial, á lo menos de los
tres grados que he recibido y he visto conferir, con muy poca
diferencia” [p. 181]…
“No hay pues de que admirarse,
de que en Inglaterra principalmente, sea la mazoneria una sociedad
compuesta, por lo general, de muy buenos ciudadanos, cuyo objeto
principal es auxîliarse mutuamente por los principios de una igualdad,
que para ellos no es otra cosa que la hermandad general” [p. 183]…
“Lo que aquí entiendo por
tras-lógias, ó últimos grados de la mazoneria, comprehende en
general á todos los mazones, que después de haber pasado por los tres
primeros grados de aprendices, compañeros y maestros, pasan a
ser admitidos á los grados ulteriore” [p. 184]…
Fuente: Abate Barruel,
Memorias para servir a la Historia del jacobismo, Palma, 1813,
tomo II, pp. 171-184.
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